Los datos de la superficie quemada otorgan a 2022 el triste récord de ser el año en el que más hectáreas de bosque se han quemado en los últimos 30 años. A principios de noviembre superamos las 340 000 hectáreas, una extensión mayor a la provincia de Álava o la de Santa Cruz de Tenerife.
Pero ¿podrá recuperarse todo este terreno, y en especial nuestros bosques de los incendios sufridos?
Lo cierto es que, según un estudio publicado el 13 de julio en Nature, realizado a nivel mundial de 2000 al 2020, los bosques están perdiendo su capacidad de resistir a las perturbaciones naturales y humanas que sufren. En él se evidencia un aumento de la mortandad de los árboles tanto en plantaciones naturales como en las realizadas por los hombres. Esto es especialmente cierto en el caso de los ecosistemas de las zonas templadas como las de la península.
Esto significa que cada vez es más difícil que los ecosistemas forestales se recuperen de los daños, es decir, su resiliencia, cada vez es menor.
Sin embargo, son muchos los factores que influyen en la recuperación de un espacio forestal. Para poder entenderlo mejor, tenemos que tener en cuenta diferentes factores.
1. ¿Cómo funciona un bosque?.
De forma resumida, podemos decir que un bosque intercambia materia y energía con el medio. Cada árbol, con ayuda del agua, convierte el CO2 en materia orgánica para su crecimiento, que más tarde devuelve a la tierra con la caída de sus hojas, el corcho o los frutos. Posteriormente algunos animales se alimentan de estos desechos, devolviendo al suelo los nutrientes, creando un ciclo continuo, llamado “el ciclo del carbono”. Este ciclo es necesario para el mantenimiento de los ecosistemas.

Al producirse un incendio, los árboles y los animales que fijan los nutrientes al suelo desaparecen y queda un suelo expuesto a las condiciones climáticas. Con la llegada de las lluvias y el viento, la superficie se erosiona y los nutrientes son transportados desapareciendo de la zona afectada. Por tanto, tras un incendio, lo más importante es proteger este suelo. Así protegeremos los nutrientes, que podrán aportarle a los árboles y plantas que todavía puedan vivir, la alimentación necesaria para rebrotar.
Por supuesto, depende mucho del tipo de bosque, las especies existentes, el alcance del incendio y otros muchos factores. Hay algunas especies, como las encinas, que pueden volver a rebrotar y otras que, aunque su capacidad de rebrote es escasa, como en el caso de los enebros, sus semillas si pueden dispersarse, volviendo a salir nuevos ejemplares. También dependerá de la zona afectada, si la zona es pequeña y cercana a otra superficie forestal o solo se quema parte de esta, las especies de los lugares que lo rodean pueden ayudar a que la zona se regenere mediante la dispersión de semillas.
Si la superficie quemada es muy grande, las especies existentes son muy vulnerables o tienen escasa capacidad de dispersión y son de crecimiento lento, el proceso de regeneración se complica pudiendo alcanzar un punto de inflexión, a partir del cual el ecosistema empezará a sufrir un rápido declive, no siendo capaz de recuperarse y transformándose en un paraje con menor diversidad, como una pradera o sabana.
Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros?
La acción humana, con la gestión forestal o el cambio de uso de la tierra, puede influir en la capacidad de los bosques para recuperarse al variar factores como las especies de árboles, las edades de estos, la humedad existente, la profundidad de las raíces, etc.
Esto aumenta la productividad (el crecimiento de la masa forestal), pero al introducir una menor variedad de especies, tanto vegetales como animales, la capacidad de resiliencia es mucho menor, haciendo que se recupere a una velocidad muy superior a la natural, pero con una gran fragilidad.
En la restauración ambiental, no podemos ignorar la presencia del ser humano. De hecho, uno de los mayores problemas ambientales es el abandono de las tierras rurales. El crecimiento descontrolado de los bosques en espacios que anteriormente tenían un uso forestal o ganadero, crean paisajes cada vez más vulnerables al avance de los fuegos. Por eso es importante recuperar los bosques dándoles diferentes usos, con cultivos herbáceos, pastos, matorrales etc. de forma que se forme un cortafuegos natural y se aproveche para la población local. Porque “los montes que son rentables no arden”, o lo hacen en menor medida, ya que tienen una gestión territorial que, bien llevada a cabo, permite obtener una rentabilidad económica sin sobreexplotar sus recursos, que lleva a la limpieza de los bosques, la expansión de las semillas y el abonado natural de los suelos, creándose una simbiosis única y muy beneficiosa para todas las partes.

Pero ¿qué pasa cuando la gestión es insuficiente y arde un terreno?
La mejor forma de ayudar a un espacio quemado es en primer lugar evitar la pérdida y erosión del suelo. Esto puede realizarse dejando las ramas trituradas de los árboles quemados o las hojas que todavía no se han calcinado y evitando la maquinaria pesada, de forma que la lluvia no arrastre los nutrientes.
Si el incendio no es muy grande y las especies tienen una buena capacidad de recuperación, lo mejor es dejar que la naturaleza siga su curso, reforzando aquellas especies que no puedan rebrotar, o aquellas que, debido a las antiguas replantaciones, hubieran desaparecido del lugar.
En caso de que el incendio se haya extendido en una gran superficie y no haya posibilidad de rebrote, no queda más remedio que actuar si queremos volver a tener una superficie forestal. Pero en este caso deberá darse preferencia a las especies autóctonas e introducir la máxima diversidad posible, de forma “aleatoria”.
En este caso son de gran ayuda las nuevas tecnologías que ayudan a monitorizar el crecimiento y estudiar la superficie quemada.
Pero es de vital importancia el cuidado previo a los incendios. Para ello las nuevas tecnologías, como son los estudios cartográficos con drones, permiten estudiar los terrenos, ejecutar planes de actuación para la limpieza, conocer las zonas de mayor riesgo y prevenir los incendios antes de la temporada cálida, que es cuando deberíamos enfocar más nuestros recursos, e incluso pueden ayudar en la replantación desde el aire con los nuevos drones agrícolas de los que hablaremos en nuestro próximo post.